Los viajeros se fueron, volvieron los búfalos al río, se marcharon los extranjeros y la ciudad, en los ghats, recobró su calma. Las cometas retomaron el cielo y las fachadas de los edificios se llenaron de pájaros que revoloteaban con el sonido de los petardos que sonaban de vez en cuando.
Paseamos por sus ghats, recorrimos los crematorios donde el tiempo no se detiene, los cuerpos seguían ardiendo y los familiares esperaban sentados la llegada de las cenizas que pondrían fin a la ceremonia.
Casi no había gente, incluso los barqueros ofrecían sus botes casi sin ganas. Los perros correteaban entre las escaleras, continuando sus rencillas y algún guiri despistado dejaba engañarse por alguien que chapurreaba su lengua. Tomamos chai junto al Manikarnika Ghat, el más importante de todos, el crematorio más popular, entre una lluvia incesante de fina ceniza que se posaba sobre nosotros con la suavidad de los copos de nieve. Los copos del final de la vida, copos de muerte, de otra vida, el final de un continente y la llegada del nirvana. Varanasi es el final del viaje para muchos, otros seguiremos en esta tierra por mucho tiempo, por muchas vidas.
Nos perdimos entre las calles del casco viejo, calles enormemente estrechas donde los niños corren entre ancianos a los que la tierra les llama. Monos locos que buscan entre las ventanas algo que robar, colgándose entre los cables de las casas al grito de las mujeres que con menos rapidez que ellos cierran las ventanas evitando así el robo de algún chapati.
Antes pasamos por la fábrica nacional de sedas de Varanasi, allí vimos muchas de esas cosas que son treméndamente caras en España. Vimos de todo, muchos tipos de seda entre ellas esta de tafetán, la mejor de las sedas que existen, su precio ronda los 60 euros. En España el precio no baja de 400 euros. Vamos a mandar algunas a España que nos han pedido, si alguien quiere alguna que lo diga cuanto antes porque esta tarde o mañana por la mañana iremos a por el pedido.
Volvimos al hotel a descansar un poco y de ahí fui a una clase de afinación de sitar. Nunca en mi vida he tocado un instrumento ya que mis dedos son como morcillas de Burgos pero la clase fue una maravilla. El sitar no es tan dificil de tocar como pensaba y el profesor que me instruía era profesor de sitar en la universidad. La clase me la dieron en la escuela en la que empezó a tocar el gran Ravi Shankar y tras la clase toco para mi, en exclusiva una melodía que invitaba a cerrar los ojos mientras lo grababa con mi cámara, fue un momento mágico en el que me fundí con Varanasi. Este es el video del concierto, si te gusta el sonido del sitar dale volumen y tumbate a escuchar en calma porque merece la pena. Enjoy!!!!
Cada día nos queda uno menos en esta ciudad que te marca a fuego. Pilar esta en estos momentos en una clase de Yoga con un gurú del yoga que da clases en la Universidad. Supongo que tendrá algo que contar cuando termine su primera clase. Ha ido con muchas ganas ya que la clase de ayer la tuvo que suspender el profesor.
Namasté mere dost ;)
Edificio junto al Ghat principal |
Paseamos por sus ghats, recorrimos los crematorios donde el tiempo no se detiene, los cuerpos seguían ardiendo y los familiares esperaban sentados la llegada de las cenizas que pondrían fin a la ceremonia.
Casi no había gente, incluso los barqueros ofrecían sus botes casi sin ganas. Los perros correteaban entre las escaleras, continuando sus rencillas y algún guiri despistado dejaba engañarse por alguien que chapurreaba su lengua. Tomamos chai junto al Manikarnika Ghat, el más importante de todos, el crematorio más popular, entre una lluvia incesante de fina ceniza que se posaba sobre nosotros con la suavidad de los copos de nieve. Los copos del final de la vida, copos de muerte, de otra vida, el final de un continente y la llegada del nirvana. Varanasi es el final del viaje para muchos, otros seguiremos en esta tierra por mucho tiempo, por muchas vidas.
Los búfalos |
Nos perdimos entre las calles del casco viejo, calles enormemente estrechas donde los niños corren entre ancianos a los que la tierra les llama. Monos locos que buscan entre las ventanas algo que robar, colgándose entre los cables de las casas al grito de las mujeres que con menos rapidez que ellos cierran las ventanas evitando así el robo de algún chapati.
Antes pasamos por la fábrica nacional de sedas de Varanasi, allí vimos muchas de esas cosas que son treméndamente caras en España. Vimos de todo, muchos tipos de seda entre ellas esta de tafetán, la mejor de las sedas que existen, su precio ronda los 60 euros. En España el precio no baja de 400 euros. Vamos a mandar algunas a España que nos han pedido, si alguien quiere alguna que lo diga cuanto antes porque esta tarde o mañana por la mañana iremos a por el pedido.
Sitares |
Volvimos al hotel a descansar un poco y de ahí fui a una clase de afinación de sitar. Nunca en mi vida he tocado un instrumento ya que mis dedos son como morcillas de Burgos pero la clase fue una maravilla. El sitar no es tan dificil de tocar como pensaba y el profesor que me instruía era profesor de sitar en la universidad. La clase me la dieron en la escuela en la que empezó a tocar el gran Ravi Shankar y tras la clase toco para mi, en exclusiva una melodía que invitaba a cerrar los ojos mientras lo grababa con mi cámara, fue un momento mágico en el que me fundí con Varanasi. Este es el video del concierto, si te gusta el sonido del sitar dale volumen y tumbate a escuchar en calma porque merece la pena. Enjoy!!!!
Cada día nos queda uno menos en esta ciudad que te marca a fuego. Pilar esta en estos momentos en una clase de Yoga con un gurú del yoga que da clases en la Universidad. Supongo que tendrá algo que contar cuando termine su primera clase. Ha ido con muchas ganas ya que la clase de ayer la tuvo que suspender el profesor.
Namasté mere dost ;)