El rasta del tuc tuc |
Pillamos un autobús destartalado para llegar a Ahmer y de allí poder salir camino a Jaipur.
A Jaipur la llaman la ciudad rosa. curiosamente es de color naranja y el rosa no aparece por ninguna parte. Es una ciudad como muchas otras, alocada, con el sonido de los tuc tuc por todos lados, los claxon y los motores de los autobuses y camiones que lo llenan todo.
Ambar Fort |
El viaje hasta Jaipur fue relativamente bien, como siempre, con las incomodidades del autobús público. Los autobuses públicos están hechos una birria. Llenos de mierda por todos lados y llenos de gente que nos mira con descaro. Solemos sentarnos atrás, desde donde controlamos todo lo que pasa. el problema está en que atrás los baches son impresionantes y sientes como en muchas ocasiones el culo se te despega del asiento. La parte buena es que atrás no hay cajones sobre nuestras cabezas y es más difícil arrearse en uno de los baches.
Los galeones españoles del baño |
Llegamos a Jaipur y nos fuimos a buscar un hotel, el que teníamos en mente resultaba demasiado caro, ya se veía venir a medida que atravesábamos la puerta. Buen olor y bien iluminado, ese no era para nosotros. cuando nos dieron el precio salimos de allí como cohetes. el conductor del tuc tuc nos llevó a uno que curiosamente conocía bien. Uno en el que seguramente no se lleva comisión. No estaba mal, la parte graciosa fue una pintura en los azulejos del baño con dos galeones españoles bandera al viento.
Ambar Fort |
Por lo demás poco que destacar. Fuimos a cenar y de ahí a la cama. Por la mañana siguiente nos levantamos con intención de hacer muchas cosas, cogimos un autobús, que resultó ser una furgoneta y nos hicimos un recorrido turístico por la ciudad. Cada sitio en el que paraba era un sitio para soltar pasta. No entramos nada más que en el fuerte Ambar. Una fortificación impresionante, de momento la que más nos ha gustado y que tuvimos que ver en una hora y media. Se podía haber estado lo menos 3 horas pero al ser un recorrido organizado nos cortaron el rollo y no pudimos ver el fuerte que está justo encima. Mereció la pena.
Ambar Fort |
Decidimos irnos a hacer comida cena y ahorrarnos un paso, pero resultó que nos metimos en un garito en el que por saludar te meten 20 rupias por la cara. Comimos de vicio pero nos resultó muy caro. Como el sopapo recibido había sido de impresión volvimos andando entre calles por las que no mandarías ni a tu peor enemigo, con la salvedad de que esto es India y aquí nunca pasa nada. De camino nos encontramos en medio de una calle oscura a un enorme elefante controlado por su dueño. Este nos animó a acercarnos a tocar al bicho pero como no lo hacíamos decidió acercarse él. Nos dijo muy amablemente si queríamos subirnos y acercarnos al hotel. El taxi modelo elefante, lo que faltaba!!!. Le dijimos que no y con una sonrisa enorme en la boca nos invitó a hacerle unas fotos al bicharraco. Así lo hicimos y al despedirnos nos dijo "200 dólares", "cómo?, ni de coña tío". Gala desde atrás decía "no le des ni un duro", pero yo tenía al elefante con la trompa a escasos 20 centímetros de mi cara y el animal parecía hacer todo lo que su dueño le pedía. Así que opté por sacar un billete de 50 rupias y dárselas sin ánimo de regatear ni una sola rupia. El hombre en un principio se sintió ofendido, decía que con eso no daba de comer al elefante.
El elefante de los c... |
Claro y yo que no he querido perro en mi vida ahora voy a tener que dar de papear a un animal como ese por tirarle una foto. "Im spanish, no germany, no english, no french, spanish no rich", está clarinete, no hace falta saber mucho inglés para hacerse entender, espero que un pobre alemán pagase los 150 kilos de forraje y frutas que el paquidermo necesita para hoy. Nos fuimos de allí con la cosa de sentirnos engañados, pero es lo que hay. Este país es así, unas veces te da y otras te quita.
Los pozos |
Al día siguiente nos levantamos con ánimo de ir a ver unos pozos que están a 86 kilómetros de Jaipur. Parecía un reto difícil ya que se tarda mucho en llegar y el autobús no te deja en los pozos. Te dejan en un pueblo llamado Sirkanda, de ahí hay que coger otro bus público de segunda categoría hasta Gular y desde Gular te esperan 5 kilómetros a pie. Aunque salimos tarde lo conseguimos y los pozos merecieron la pena. Lo bueno de los pozos es que no tenían gente, que estaban vacíos y pudimos disfrutarlos tranquilamente. Bueno, decir que los 5 kilómetros los hicimos en tuc tuc y que el conductor de dicho vehículo estaba metiendo presión a lo loco para que lo viéramos en menos de ese tiempo. varias horas en llegar y verlo todo en 20 minutos, es de locos, pero mereció la pena.
La verdad es que un poco de corte si que daba pero allá que fuimos.
Tenía 30 años y 5 hijos, el hombre alucinaba al ver que ninguno de los dos teníamos hijos con nuestra edad. No lo entendía. Nos presentó a toda su familia y nos invitó a un té en la azotea de su humilde casa. Sus hijos nos rodeaban y se hacían fotos con nosotros, la mujer y su hija mayor de 15 años permanecían al margen muy sonrientes. Nos devolvió a la hora a la estación de autobuses. A las 10 de la noche cogimos un autobús sleeper camino a Rishkises, o como se escriba. Ahora estamos en las faldas del Himalaya, la temperatura es genial y ya hemos mojado las manos en el Ganga, el río Ganges, el río sagrado.
Mañana subiremos a ver unas cascadas y a bañarnos si se tercia, es agua que viene de los glaciares así que está para cagarse de fría. Pero eso será otro Post.
Decir que en el autobús nos hemos encontrado con una chica española de Madrid que conocimos en Pushkar, casualidad? quien sabe, en India todo es posible. ;)